El otro dÌa, en compaÒÌa de mi sobri y sus amigas, me plantÈ delante de la Almudena, esa Catedral (o lo que sea) donde se va a casar nuestro prÌncipe. Est·bamos allÌ y sonaron las campanas. Y me sorprendiÛ porque normalmente yo no escucho campanadas en Madrid, pero me sorprendiÛ m·s a˙n porque no supe reconocer la melodÌa. Los ovetenses de nacimiento o de adopciÛn guardamos con cariÒo en nuestro inconsciente colectivo las melodÌas de las campanas de Oviedo. Me refiero a nuestro himno nacional (el Asturias Patria Querida, himno tambiÈn de los borrachos) y otras melodÌas m·s absurdas, pero no por ello desconocidas de los carbayones. Si vives en la capital del Principado aprendes a vivir con ellas constantemente en tus oÌdos, tanto que ni siquiera las adviertes. Pero cuando llega alguiÈn de fuera (o yo mismo ahora que estoy exiliado) en seguida se sorprende de su sonoridad y su frecuencia. Suelen opinar que son horribles y obsesivas pero nosotros las amamos como quiÈn ama a un hijo tonto.