Es curioso, pero anoche en El Gato habÌa una pareja de enamorados. Alvaro y yo nos pregunt·bamos -siempre tan cerebrales y filosÛficos sobretodo despuÈs de algunas birras- cuanto llevarÌan juntos los tortolitos, ødos semanas?, dos meses como mucho. Y es curioso tambiÈn como se nota cuando un beso es de enamoramiento, como se miraban todo el rato -hasta cuando uno iba a el baÒo el otro lo seguÌa con la mirada hasta perderle tras la puerta-, como estaban permanentemente en contacto fÌsico. Visto desde fuera y desde la frialdad en la que actualmente estoy instalado, el enamoramiento -que no el amor- es una enajenaciÛn.
Algo que me sorprende y que le digo a quien corresponda, es que la sociedad lo que valora y publicita es este enamoramiento rom·ntico y no un amor responsable y adulto. Sobre esta enajenaciÛn tenemos canciones, pelÌculas, libros, poemas, lo que queramos, infinitos productos culturales producidos incansablemente por los engranajes del sistema y dedicados a este tÛpico. Para mÌ es como si se idolatrase la esquizofrenia o la manÌa depresiva. Luego pasa lo que pasa, no nos enseÒan a amar (solo nos enseÒan integrales y derivadas) y ni siquiera nos explican lo que es el amor (tal vez en clase de religiÛn y de quÈ manera). Resultado: divorcios, separaciones, pÈrdidas de la magia, infidelidades y hasta maltratos; en definitiva: infelicidad por doquier. Y luego salen los obispos -que siempre hilan tan fino- diciendo que esto es culpa de la RevoluciÛn Sexual de los aÒos 60 y de los hippies, como si tal cosa hubiera existido en realidad. DÌganme que ha sido de las orgÌas.