Anoche vivÌ una nueva experiencia Zen. Regresaba a casa, a eso de las dos y media de la noche, y la calle Caveda estaba desierta. Al pasar por el solar que han dejado tras la demoliciÛn de un pequeÒo edificio oÌ un sonido, como el sonido del mar y estaba producido por un suave viento y unos grandes trozos de pl·stico que colgaban de alg˙n andamio. Me detuve a escuchar y a observar como ondeaban muy lento. Ni a la izquierda ni a la derecha en toda la longitud de la calle habÌa ni un alma, solo yo, el silencio y aquel sonido tan inverosimil en aquel lugar. Hay veces que parece que todo encaja y uno se siente bien.