El domingo madruguÈ, a eso de las 9 de la maÒana, tomÈ dos huevos con salchichas y pan y, en compaÒÌa de Rory, cogimos un metro en direcciÛn al Norte. Ibamos a ese sitio que se llama
Space of Sound. Los que acuden a este evento provienen de dos lugares: o de la maraÒa de la noche (con los ojos inflamados en sangre) o de casita, sobrios y reciÈn desayunados (como nosotros). Supongo que esto va en funciÛn del presupuesto de cada uno. Y la verdad que fue extraÒo meterse allÌ reciÈn levantado y nos costÛ una horita arrancar, pero sobre las doce de la maÒana ya est·bamos en la pista moviendo el culo. Y diez horas despuÈs, a eso de las diez de la noche, estaba en otro lugar, en la otra esquina de la ciudad y en la misma tesitura, un pasito paralante, un pasito paratr·s y subidÛn subidÛn subidÛn. Esto nos pareciÛ una barbaridad y nos fuimos a casa a comer pizza, cosa que resultÛ muy f·cil gracias a la hiperactividad de nuestras mandibulas.